Por décadas se ha planteado y entendido que el autismo o trastorno del espectro autista (TEA) es una alteración del neurodesarrollo que se manifiesta diferente en cada persona, desde una condición con síntomas o déficits leves hasta una con déficits o alteraciones más severas. Sus síntomas o déficits esenciales se centran en los procesos de comunicación social (interacción y comunicación) y patrones repetitivos de comportamiento; en las últimas versiones de los manuales de diagnóstico, como lo es el DSM-5, se plantean también alteraciones sensoriales como síntoma importante. Respecto a la causa o causa(s) del mismo, desde tiempo atrás y hasta hoy en día, las investigaciones se están enfocando en identificar los mecanismos o factores genéticos y ambientales que están relacionados con su génesis, es decir, los factores que desencadenan una alteración del neurodesarrollo.
Por otra parte, también, ya se cuenta con una vasta investigación que demuestra que en el autismo o TEA se pueden presentar y desarrollar alteraciones en diferentes sistemas de organismo, las cuales impactan la función cerebral y neurodesarrollo y, también, determinan, en gran medida, la severidad de los síntomas del autismo o la conducta de la persona. Resultados de diferentes investigaciones muestran que alteraciones en el sueño y en sistemas inmune y gastrointestinal, entre otras, son exponencialmente más frecuentes que en personas sin TEA.
Estos y otros hallazgos más relacionados a la salud de las personas con autismo, nos plantean la necesidad importante de atender de una manera integral, por lo que resulta necesario conocer y atender el estado de la salud de la persona con TEA, ya que este es determinante, incluso, para una adecuada función cerebral. Y justo, considerando los principios y el enfoque de la Medicina Funcional, el cual es holístico y su objetivo es identificar y tratar las causas subyacentes de las enfermedades en lugar de solo aliviar los síntomas además de que considera la compleja interacción entre genética, ambiente, estilo de vida y microbioma, los cuales, son factores que influyen directamente en la salud física y mental, puede ser de gran ayuda.
En el caso de niños con autismo, es especialmente importante porque ofrece un abordaje personalizado que considera aspectos clave en el desarrollo neurológico y el bienestar general del niño. Algunos de los principios y enfoques incluyen:
- Optimización de la dieta y nutrición: Los niños con autismo pueden tener deficiencias nutricionales o sensibilidades alimentarias que afectan su comportamiento y salud intestinal. Se identifican y suplementan los nutrientes necesarios y se eliminan posibles alimentos irritantes o alérgenos.
- Salud intestinal: Existe una conexión importante entre el intestino y el cerebro. Los desequilibrios en el microbioma intestinal pueden influir en el comportamiento y el estado de ánimo, por lo que se suele trabajar en mejorar la salud intestinal mediante probióticos, dieta adecuada y, en algunos casos, el uso de suplementos específicos.
- Reducción de toxinas: La exposición a toxinas ambientales y productos químicos puede afectar el desarrollo neurológico. Se evalúan y buscan minimizar estas exposiciones, al mismo tiempo que apoya la capacidad del cuerpo para detoxificarse naturalmente.
- Apoyo al sistema inmune: Los niños con autismo suelen presentar inflamación crónica o respuestas inmunes alteradas. Se incluyen estrategias para reducir esta inflamación y fortalecer el sistema inmune, apoyando así el bienestar general.
Por estos principios debería ser considerada como un recurso angular en la atención de las personas con TEA, sin importar la edad o severidad de síntomas.
¿Se puede mejorar notablemente la calidad de vida de una persona con autismo y su pronóstico mismo? Sí, la Medicina Funcional es una excelente alternativa.